LA CONSEGRACIÓN DIPLOMÁTICA DE PARAGUAY

El anuncio de Paraguay de establecer un consulado general en las provincias saharauis de Marruecos trasciende la mera noticia diplomática para encarnar un acto geopolítico de hondo significado. Este evento sella una evolución doctrinal en la política exterior paraguaya, transitando de una neutralidad observadora a una adhesión plena y entera a la soberanía marroquí. Se trata de la materialización jurídica y simbólica de un realineamiento iniciado en 2014 con la retirada del reconocimiento de la «rasd», culminando así un proceso de normalización y erigiendo a Paraguay en un socio estratégico de primer orden.
Más allá del reconocimiento
La apertura de una representación consular no es una simple declaración de principios. Al implantar su administración en el territorio, Paraguay no se limita a reconocer la marroquinidad del Sahara; sino que la valida mediante el derecho internacional de las prácticas consulares. Este gesto ancla la posición paraguaya en lo concreto, yendo mucho más allá del discurso político. Consagra la «marroquinidad» no como una narrativa cuestionable, sino como un hecho territorial administrado. El apoyo explícito al Plan de Autonomía marroquí de 2007, calificado de base «seria, creíble y realista», es la expresión doctrinal de esta posición, afirmando una preferencia por las soluciones pragmáticas y evolutivas frente a rupturas ideológicas estériles.
La Dinámica relacional
Esta decisión se inscribe en la profundización de una arquitectura relacional construida con paciencia. La multiplicación de consultas políticas, declaraciones conjuntas y encuentros ministeriales ha tejido una red de confianza e intereses convergentes. La asociación ya no es meramente bilateral; adquiere una dimensión sistémica. El acuerdo para reforzar los vínculos entre Marruecos y el MERCOSUR ilustra esta voluntad de crear marcos de cooperación ampliados, transformando una relación bilateral en un puente entre dos espacios continentales: América del Sur y África.
La proyección económica
La dimensión económica de este acercamiento es fundamental. Esboza los contornos de una «asociación atlántica» inédita, fundada no en la dominación, sino en la complementariedad de las lógicas Sur-Sur. Marruecos, como centro industrial y logístico orientado hacia África y Europa, y Paraguay, potencia agroindustrial e hidroeléctrica en el corazón de América del Sur, representan economías espejo. Su alianza estratégica apunta a crear un corredor de valor que sortee los ejes tradicionales Norte-Sur, favoreciendo una forma de reequilibrio geoeconómico. Esta visión se ve reforzada por la admiración mutua expresada hacia los grandes proyectos estructurantes de cada parte: las iniciativas africanas del Rey Mohammed VI (Gasoducto Nigeria-Marruecos, Iniciativa de Acceso de los Estados del Sahel al Atlántico) por un lado, y la política de modernización productiva del presidente Peña por el otro.
La convergencia estratégica
Más allá de lo económico, se perfila una alianza política. Paraguay percibe a Marruecos como una «puerta de acceso» privilegiada hacia África y el mundo árabe, mientras que Marruecos ve en Paraguay un punto de entrada estratégico hacia el mercado del MERCOSUR. Esta relación de puerta a puerta crea una interdependencia estratégica beneficiosa. El marco permanente de concertación política acordado por ambos países indica una voluntad de armonizar sus posiciones en la escena multilateral, promoviendo una agenda común centrada en el desarrollo sostenible, la prevención de conflictos y la defensa de un multilateralismo reformado.
El significado profundo de un gesto
La apertura de este consulado es, por tanto, un evento de múltiples estratos. En superficie, es una victoria diplomática para Marruecos. Más profundamente, es el signo de una reconfiguración de los equilibrios en América Latina, donde el realismo y los intereses económicos tienden a suplantar las solidaridades ideológicas históricas. Finalmente, en el plano filosófico, este acto consagra la primacía de la soberanía efectiva y la cooperación constructiva como fundamentos del orden internacional emergente. No se trata sólo de un consulado más, sino de la piedra angular de un edificio estratégico mucho más vasto, que conecta dos orillas del Sur y redefine las posibilidades de la cooperación interregional.